viernes, 15 de junio de 2007

Oaxaca en su laberinto


Francisco López Bárcenas


Oaxaca está en calma. Eso anuncia un repudiado gobernador que no gobierna. Por eso existe tanto problema para entender lo que quiere decir, porque, dentro de la insultante propaganda con que pretende convencernos de la veracidad de sus palabras, se ha olvidado de incluir un vocero que le sirva de pie de página y nos aclare lo que el señor quiere decir cada vez que habla. Esta omisión está resultando grave en su gobierno de opereta. Si el vocero existiera tal vez ya nos hubiera explicado qué piensa el declarante al expresar que Oaxaca está en calma; si se refiere a que él ya siente que no se va a ir del poder porque la alianza PRI-PAN que lo sostiene sigue firme; si los grupos políticos y sociales que aceptaron una oscura negociación para apoyarlo lo están haciendo muy bien, o simplemente es un recordatorio de que el método de gobierno seguirá siendo la represión. En fin, que al carecer de vocero aclarador, el pretendido gobernador nos ha metido en un laberinto.




Pero no se puede ser injusto y cargarle la omisión sólo al supuesto gobernador y su equipo, porque no es cierto. Desde el Poder Legislativo también nos han recetado discursos que cuesta trabajo digerir. Dicen, por ejemplo, hablando de un supuesto acuerdo para la reforma del Estado, que el Congreso es el ámbito natural donde convergen las distintas expresiones políticas representativas de la pluralidad de nuestro pueblo. Ante tal declaración no se puede evitar la duda de si no el anunciado proyecto de reforma forma parte de la broma; más cuando en seguida anuncian, como parte del acuerdo, su compromiso y firme voluntad política de conseguir consensos que den cauce a los esfuerzos que tanto desde la sociedad civil como desde los distintos ámbitos del poder se han venido realizando en los últimos meses. ¿Pero no se supone que esa es su chamba normal? ¿Que para eso les pagan?




La necesidad de aclaración incluye el derecho de saber a qué sociedad civil, de qué estado, se refieren, porque lo dicen justo cuando los pueblos de Oaxaca, el magisterio, los estudiantes, las organizaciones sociales, los barrios, las comunidades indígenas y la sociedad en general toman las calles para exigir que se vaya el gobernador, que se castigue a los responsables de las decenas de crímenes contra luchadores sociales, que se ponga en libertad a todos los presos políticos, convertidos por el estado en rehenes para la negociación de oscuros intereses; que termine la persecución gubernamental contra sus opositores políticos, que quienes han abandonado el estado por temor a ser atacados en sus vidas o su libertad puedan regresar, entre otras demandas. No se trata de un reclamo sólo de los oaxaqueños, sino de grandes sectores de la sociedad nacional e internacional, sustentado en investigaciones tan serias como la realizada por la Comisión Civil Internacional de Observación de los Derechos Humanos, u otras como la de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que con todo y su opaca visión en otros casos, en este no ha podido tenerla, por la fuerza de la evidencia en la violación de los derechos humanos.



Oaxaca está en calma, dice un señor que se dice gobernador. Pero los hechos lo desmienten. Lo que existe en Oaxaca es una efervescencia política por que la desigualdad, la antidemocracia, el aplastante caciquismo regional y la corrupción cambien de raíz. Eso es lo que busca la gente de a pie, no discursos surgidos de la boca de los secuestradores del poder, afirmando que ahora sí van a cambiar las cosas, porque ya nadie les cree. Para lograrlo no sirven reformas cosméticas, aunque las haga una institución educativa nacional de prestigio, ni llenar los diarios nacionales de propaganda diciendo que todo marcha con normalidad. En realidad, la situación de Oaxaca es más un laberinto donde los únicos que pueden encontrarle salida son los pueblos, los que viven la realidad, no los políticos que la inventan. Si en Oaxaca habrá reforma del Estado será con la sociedad, no contra ella. Lo demás es teatro montado por una clase política que se ha quedado sin propuesta porque la que tenía es inservible frente a la rebeldía de los pueblos, esos que desde distintas realidades y muy diversas maneras luchan por construir su futuro.


Tomado de: http://www.jornada.unam.mx/ 16/06/07

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