lunes, 25 de junio de 2007

Blair, el penúltimo de los cruzados

By: La Jornada.



A mediados de esta semana Tony Blair cesará en sus funciones de primer ministro de Gran Bretaña y será remplazado por quien hasta ahora se desempeñaba como su ministro de Economía, Gordon Brown.

El poder seguirá en manos de una formación guerrerista y neoliberal que aún se llama Partido Laborista, pero que no tiene mucho que ver con el viejo partido socialdemócrata británico, cuyo ideario y programa fueron severamente distorsionados por el grupo político de Blair a fin de disputar el centro político a los conservadores y llegar al poder, casi a costa de lo que fuera, hace una década.



Desde 1997 Blair y los suyos se plegaron, en lo general, a la liquidación de los beneficios sociales que habían venido procurando sus antecesores, y en lo externo no se apreció en toda su magnitud la liquidación del antiguo laborismo, entre otras razones porque la política exterior de Washington, que es la que marca la del Reino Unido, estaba dominada por la agenda diplomática de la presidencia de Bill Clinton. El hasta ahora primer ministro británico se alineó a ella sin rechistar y dio la impresión de que los sectores moderados de Estados Unidos ganaban un aliado en Londres.

Pero, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, el gobierno de Blair se plegó de manera incondicional a la cruzada mundial que lanzó la Casa Blanca con el pretexto de combatir a los terroristas, y participó de manera activa en la invasión de Afganistán lanzada a fines de ese año.



A partir de ese momento Blair asumió ante el mundo el papel de subordinado de George W. Bush, se dedicó a promover los delirios militaristas de los halcones de Washington y acabó formando parte del equipo de apoyo que éstos organizaron en Europa, junto con Silvio Berlusconi y José María Aznar. Con su lucidez proverbial, Nelson Mandela describió a Blair como "el ministro de relaciones exteriores de Estados Unidos".

A contrapelo de la voluntad mayoritaria de los británicos, las fuerzas armadas de su país fueron, por decisión de Blair, enviadas a participar en la guerra ilegal, depredadora y absurda emprendida por Bush contra Irak en marzo de 2003, y se han mantenido en el infortunado país árabe como parte fundamental de una ocupación no menos criminal y delictiva que ha causado la muerte de decenas de miles de iraquíes inocentes -según las cuentas más moderadas- y ha causado una incuantificable destrucción en esa antigua colonia británica, ya asolada por las aventuras imperiales inglesas en las primeras décadas del siglo pasado.

Como resultado de esa participación, la población civil londinense se ha convertido en objetivo de ataques terroristas, como los perpetrados en julio de 2005 en el metro de Londres, los más mortíferos sufridos por esa metrópoli desde la Segunda Guerra Mundial.



Por otra parte, en el marco de la "guerra contra el terrorismo" el Estado británico se ha hecho cómplice de las graves y abundantes violaciones a los derechos humanos cometidas en Afganistán e Irak por las tropas ocupantes, de los innumerables atropellos cometidos por los servicios secretos estadunidenses en varios continentes -como los vuelos clandestinos en los que la CIA ha transportado a un número indeterminado de personas secuestradas desde cárceles secretas hacia centros de tortura- y ha replicado en el propio territorio británico los recortes a las libertades fundamentales y a las garantías individuales, y las atribuciones extraordinarias a los cuerpos de seguridad que el gobierno de Bush aplicó en Estados Unidos.

La brutalidad policial resultante se tradujo en el asesinato del trabajador brasileño Jean Charles de Menezes, quien unos días después de los atentados fue tomado como sospechoso por agentes que le destrozaron el cráneo a balazos en una estación del transporte subterráneo.

Blair no quiso nunca escuchar el sentir de sus gobernados, pero éste se manifiesta de maneras contundentes: el primer ministro se retira con un respaldo popular que no llega a 30 por ciento, y ayer (24 de junio del 2007) mismo miles de manifestantes en Manchester exigieron a Gordon Brown que saque a las tropas británicas de Irak como primera medida de gobierno.

Por otra parte, de los gobernantes occidentales que participaron en la criminal incursión contra el país árabe, el británico es el penúltimo en abandonar el poder, luego de las derrotas electorales sufridas por Berlusconi y Aznar. De aquella "coalición" arrogante y delictiva ya sólo queda el propio Bush, empantanado en una guerra sin futuro.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2007/06/25/index.php?section=opinion&article=002a1edi

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