miércoles, 5 de septiembre de 2007

Un gobierno atrincherado.

PROYECTO DE RESOLUCIÓN POLÍTICA PARA EL PLENO DE LA COMISIÓN COORDINADORA DE LA LIGA DE UNIDAD SOCIALISTA (LUS)

(1° y 2 de septiembre de 2007)


Descomposición del régimen político dominante y resistencia popular.


Un gobierno atrincherado.

A más de un año de las elecciones del 2 de julio del 2006 y a nueve meses de la inauguración del segundo gobierno federal panista de Felipe Calderón, la pérdida de legitimidad y del apoyo popular al régimen continúan agravándose.

La única y mecánica respuesta del poder panista, aliado con el PRI, ha sido el recurso de profundizar la línea política represiva.

A diferencia de los años del esplendor priísta en los que el bonapartismo mexicano reinaba con dosis de represión creciente adobadas, sin embargo, con políticas que mantenían un apoyo o por lo menos una amplia indiferencia de la mayoría de la población, en la actual situación de una presidencia completamente disminuida combinada con el dominio híbrido de los dos partidos políticos burgueses mayoritarios, el llamado PRIAN, es patente la cada vez más rápida erosión del apoyo ciudadano.

El resultado natural ha sido la expansión consecuente del espacio que ocupan los cuerpos represivos. Simultáneamente la resistencia se extiende y crecen los brotes de protesta y descontento populares.

Así se puede apreciar que las elecciones presidenciales del 2006, en lugar de constituir una coyuntura en la cual la situación se estabilizara después de los torbellinescos años de crisis del salinismo y sus secuelas, la lenta pero rampante crisis que se arrastra desde entonces emergió nuevamente ascendiendo a una etapa aún más compleja.

Felipe Calderón se ha atrincherado en la mansión oficial de Los Pinos. En la ciudad de México en esos nueve meses que tiene ya como presidente no ha podido realizar un mitin al aire libre ni siquiera con acarreados. Las pocas veces que ha participado en actos en el Distrito Federal, lo ha hecho en locales cerrados, protegido por despliegues espectaculares de las fuerzas represivas militares y policíacas.

La oposición del PRD y más discretamente del PRI, a que Calderón diera su primer discurso político como presidente en la tribuna del Congreso de la Unión el 1° de septiembre expresa con evidencia el desorden existente en las esferas oficiales que desde el 2 de julio del año pasado no se ha podido todavía superar.

El recurso elegido para hacerse de una base de apoyo popular masivo, en especial entre las clases medias, ha sido la campaña militar contra las bandas mafiosas de narcotraficantes. Esta política apenas esconde el real objetivo que apunta: sacar a los militares de los cuarteles para controlar y reprimir a las protestas populares y en general intimidar a la población.

Esta situación de enajenación creciente del régimen con respecto a la población se traduce en un estrechamiento mayor de los vínculos de las cúpulas dominantes con el gobierno y en general con las fuerzas imperialistas de Estados Unidos.

Se prosigue así inexorablemente la ampliación y profundización de la brecha que separa al régimen político dominante del PRIAN de las necesidades y aspiraciones elementales de la población.

La represión como una constante.

La represión es gemela de la corrupción. Apenas iniciado el gobierno calderonista, en marzo pasado, salió a relucir uno de los escándalos más espectaculares y grotescos, al mismo tiempo, de los últimos tiempos. El decomiso por parte de la policía del monto en efectivo más grande de la historia de México y del mundo: más de 200 millones de dólares amontonados en grandes sacos en los salones de una mansión del exclusivo fraccionamiento de las Lomas de Chapultepec.

Pertenecían a un traficante de origen chino, recientemente nacionalizado mexicano, inmiscuido en negocios con altos funcionarios del gobierno panista, en especial su secretario del Trabajo y autoridades hacendarias y cuyas declaraciones embarraron al propio partido del presidente, provocando incluso roces con el gobierno de Washington debido a la fuga del delincuente a Estados Unidos (EUA), donde ha sido encarcelado.

Calderón está destinado a profundizar la alianza como socio menor del gobierno de México con el de Washington. Uno de los eslabones estratégicos de esta vinculación es con los planes contra el terrorismo que definen hoy por hoy la política del gobierno de George W. Bush.

Así Calderón ha refrendado el Acuerdo para la Prosperidad y la Seguridad en América del Norte (ASPAN), firmado por su predecesor Fox con los gobiernos de EUA y Canadá en 2005. Este tratado es una consecuencia directa de la estrategia de Casa Blanca y el Pentágono posterior al 11.09.01 destinada a hacer de México no sólo el patio trasero del Coloso del Norte, sino el glacis fortificado que le asegure integralmente su vital flanco sur.

El 21 de agosto, reunido con Bush y con Harper en Montebello, Canadá, Calderón ratificó esta vinculación estratégica del gobierno de México con el imperialismo en sus “guerras contra las drogas y el terrorismo” cuyas consecuencias estamos padeciendo: el fortalecimiento y la legitimación de un mayor involucramiento de los militares y los cuerpos policíacos especiales en los asuntos cotidianos de muchos estados de la república, en especial del sur y de las dos fronteras.

En los meses finales del gobierno foxista se constató un escalamiento de la represión del cual el curso de Calderón es una continuación y una profundización. Los nombres de esta escalada se resumen ante todo en dos: Atenco y Oaxaca.

En mayo del año pasado, la salvaje represión de los cuerpos especiales del Estado de México en Atenco tuvo un saldo de dos muertos, de maltratos y torturas de hombres y mujeres y decenas de heridos y encarcelados. En noviembre pasado, la represión del detestado gobernador Ulises Ruiz Ortiz en Oaxaca se abatió con cuerpos policíacos estatales y federales (la PFP) contra la movilización popular encabezada por la APPO.

El saldo de esta represión, que no ha cesado aún, hasta el momento es de más de 20 muertos, un número desconocido de desaparecidos y decenas de presos políticos.

Es en la ciudad de Oaxaca precisamente en donde se ha producido una nueva escalada de la represión con motivo de la desaparición, desde el mes de mayo pasado, de dos militantes del EPR, Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya.

Este recurso creciente a los procedimientos represivos como forma de gobernar está teniendo repercusiones en todos los niveles. Por ejemplo, en una clara imitación del Acta Patriota de EUA, los dos partidos burgueses principales, el PAN y el PRI, preparan enmiendas al Código Penal para legalizar la criminalización de las protestas populares.

Es un intento de resucitar el delito de disolución social contra el cual se lanzó el movimiento estudiantil popular de 1968 y que fue derogado posteriormente. Este es el único rasgo original del curso calderonista que en lo demás sólo es la continuación del de sus antecesores.

Lo sucedido en los últimos meses ha llevado al gobierno de Calderón a crear nuevas fuerzas represivas (aparte del ejército, naturalmente), no bastando con las actualmente existentes como la PFP (en realidad militares vestidos de civil), creada durante el último sexenio priísta y los innumerables cuerpos policíacos especiales creados por los gobernadores de los estados.

En marzo pasado, Calderón y su secretario de Defensa Nacional, general Galván, firmaron un decreto por el cual se creaba un nuevo cuerpo especial del Ejército y la Fuerza Aérea denominado Cuerpo de Fuerzas de Apoyo Federal (CFAF). Así, Calderón está en una situación parecida a la de Hindenburg, el viejo presidente de la república de Weimar, quien según Trotsky “no había hecho ni deshecho nada”.

El desorden político.

La larga transición mexicana, determinada a su vez por la también larguísima trayectoria del régimen bonapartista que duró más de siete décadas, cuya crisis no acaba de resolverse en forma positiva. No se trata de una cuestión de voluntades personales sino de razones estructurales. Se trata de una cuestión política con profundas raíces históricas.

La burguesía mexicana debe su fuerza y sus riquezas a dicho régimen bonapartista. Acostumbrada a que éste gobernara a favor de sus intereses, la burguesía mexicana no se preocupó durante décadas por crear vínculos políticos populares, ante todo, partidos. La cultura popular política mexicana, por tanto, desde la revolución mexicana, fue una cultura populista.

Y su nombre fue el PRI (y antes de él el PNR y el PRM). Cuando vino el neoliberalismo, este cambio de época que era la sentencia de muerte de los gobiernos populistas y bonapartistas, el proceso de cambio se dio en el propio PRI en la época de De La Madrid y Salinas.

Hoy sabemos que fracasaron en su intento y la modernización económica del neoliberalismo produjo un caos político: la insurrección del EZLN, los asesinatos políticos, los fraudes electorales y un movimiento nacional, cada vez más fuerte y aguerrido de resistencia contra las políticas neoliberales.

Por eso con Salinas, la modernización económica se dio paralela a una represión que sólo al PRD le costó 500 asesinados por las fuerzas del orden. Esta movilización popular de la resistencia siguió en el gobierno de Zedillo. La transición pactada del 2000, con Fox a la cabeza, fue concebida para desviar esta resistencia.

A pesar del enorme capital político logrado por el ranchero de Guanajuato, muy pronto la real naturaleza crudamente capitalista de su mandato enseñó el cobre. El prestigio de Fox no duró ni la mitad de su sexenio. Él también terminó recurriendo a la represión en el más típico estilo de sus antecesores priístas.

El proceso paralelo a este recrudecimiento de la represión por parte de un gobierno con un escaso apoyo popular y una caída libre de su legitimidad ante amplísimos sectores sociales, es el caos político de los grupos y partidos que funcionan en el escenario oficial.

Presenciamos aquí una descomposición creciente del orden existente, lo cual tiende a acelerar el surgimiento de un vacío de credibilidad política en la sociedad en su conjunto. Ciertamente este proceso es muy desigual, siendo más evidente en el Distrito Federal y en otros estados sureños, pero con diferentes graduaciones se expresa en el país en su conjunto.

Las elecciones del 2 de julio del 2006, el fraude conculcado a la candidatura de AMLO y la vasta e inaudita protesta popular que dichos actos propiciaron, llevaron a la crisis política a un nivel muy alto. Más de un año después de esos acontecimientos, no se ha podido estabilizar realmente la situación. Calderón hasta para pronunciar su mensaje político tradicional del 1° de septiembre estuvo dudando sobre el lugar donde emitirlo.

Se consideró primero el Auditoria Nacional con su público panista y acarreado especialmente para aplaudirlo, para finalmente decidirse por el Palacio Nacional como lugar “más apropiado”. De este modo en una competencia atroz, los dos poderes legislativo y ejecutivo se aniquilan mutuamente.

Queda el recurso de una mayor militarización, el peligroso recurso de un ejército que se desempeña cada vez más como el factor de arbitraje decisivo del poder, sacado de los cuarteles por un presidente débil sin legitimidad.

El grado tan alto de desconfianza y antagonismos que reina en las cúpulas partidarias, que afectan directamente al poder establecido, se ha revelado cruda y patéticamente en el destino del IFE, una de las instituciones más caras de los gobiernos neoliberales (su presupuesto aprobado para el próximo periodo es de 800 mil millones de pesos).

Pieza clave del fraude del 2006, el IFE va a desaparecer, eliminados todos sus consejeros, empezando por el nefasto consejero presidente Raúl Ugalde, para dar paso a un nuevo Instituto Nacional Electoral. Ni el PAN, ni Calderón, principales beneficiarios de sus decisiones del 2006, salvaron a Ugalde y los suyos.


El patético personaje, no obstante, antes de irse en una suerte de canto del cisne, hizo la declaración siguiente: “la desaparición del IFE sería una prueba de que hubo fraude en el 2006”.

Los tres partidos burgueses principales se encuentran atravesados por profundas grietas las cuales en ocasiones se abren de tal forma que se convierten en evidentes crisis.

La declinación del PRI y la debilidad del PAN.

El PRI que sigue siendo el partido mayoritario considerando el número de estados en que gobierna y manteniéndose como la primera fuerza del Senado y la tercera en la Cámara de Diputados, es un partido perforado en lo más profundo por las divisiones de sus bloques internos.

La derrota presidencial de Madrazo puso en evidencia que no se trata de un partido unificado en el sentido propio del término, sino de un conjunto de feudos estatales que se comportan como más les conviene a sus jefes, los gobernadores y los caciques regionales (los jefes donde no tiene la gubernatura del estado) y sindicales (v.gr. la Gordillo antes de su traición de 2006).

Actúan de la manera más cruda sólo buscando las mayores posiciones posibles dentro de los aparatos tanto el federal como los estatales.

Sigue siendo el partido del estado por antonomasia, a pesar de que ya ha perdido dos veces la primera magistratura. En una dinámica de decadencia muy difícil de revertir, sus jefes nacionales, en especial los de las bancadas parlamentarias de San Lázaro, aspiran a volver a ganar en “la grande” en el lejano 2012. Pero esta perspectiva la basan más que en sus propios acervos, en la debilidad de sus competidores.

El PAN, el partido de Fox y Calderón, está muy lejos de haber llenado el vacío dejado por el PRI en el 2000. De los tres partidos más importantes, es el partido burgués más burgués. Por eso mismo el menos enraizado en las masas populares.

Sigue siendo en los estados del norte, con un desarrollo más vigoroso de sus burguesías, en donde este partido dispone de una base ciudadana más amplia y consolidada. Pero aún allí no ha podido realmente plantarse firmemente.

En Chihuahua y Nuevo León, posiblemente los dos estados en donde tradicionalmente ha sido más fuerte, las administraciones panistas han sido desastrosas, lo cual ha significado el regreso del PRI en ambos estados. En Sonora todavía no ha logrado ganar una sola vez la gubernatura, a pesar de su fuerza en los municipios.

En Baja California, el desprestigiado hijo del Carlos Hank, como candidato priísta, estuvo a punto de derrotar a la hegemonía panista instaurada en ese estado desde 1989.

En los últimos diez años, el PAN se ha fortalecido fuertemente en varios estados del centro y occidente con una tradición conservadora y reaccionaria más antigua: Guanajuato, Jalisco y Aguascalientes, está por verse cuánto durará esta hegemonía. En el sur y el sureste, el PAN sólo cuenta en Yucatán, estado en el cual había ganado la gubernatura hace seis años, sólo para perderla recientemente ante la candidatura del PRI.


Así al nivel nacional, el PAN no tiene la fuerza para una hegemonía realmente integral. Por eso el PRI es vital para el gobierno panista de Calderón, lo cual los dirigentes de aquél saben muy bien y lo cobran con creces. Esto es lo que explica el apoyo que Calderón ha dado a los dinosaurios que son los dos gobernadores priístas más desprestigiados de todo México, si cabe, el de Puebla, Mario Marín y el de Oaxaca, el aborrecido URO.

Las tensiones internas se aprecian también en el PAN, el cual a pesar de haber logrado la victoria el 2 de julio al precio altísimo que le ha costado, ve en sus filas el surgimiento de sectores que consideran insuficientemente duras las posiciones de la ya de por si reaccionaria dirección partidaria de Espino. En el PAN se gesta el embrión de un partido aún más derechista que él.

La profunda crisis del PRD.

Es el partido de AMLO el que constituye hoy la pieza más importante en el actual desorden partidario que distingue a la política oficial. La razón es muy simple: es a través del PRD que la candidatura de este líder populista se ha desarrollado como la expresión de descontento político masivo de la población.

El PRD atraviesa una profunda crisis provocada por la dinámica de dos políticas que, a pesar de los esfuerzos que se hacen de los dos lados por evitarlo, tienden a chocar irremisiblemente. Por un lado se encuentra el grupo ampliamente mayoritario de conciliadores, encabezados por Jesús Ortega, René Arce y demás líderes ultraoportunistas e incluso corruptos. Por el otro, en una heterogénea mezcolanza, los partidarios de AMLO y de un curso más beligerante.


Estos últimos serían quienes favorecerían la construcción de la Convención Nacional Democrática (CND) no sólo concebida como un informe movimiento sin estructura organizativa, como hasta hoy lo ha sido, sino como el cimiento de un futuro partido.

Los “chuchos”, es decir, el ala abiertamente conciliadora del PRD, no esconde sus objetivos: constituir un régimen parlamentarista y no presidencialista, lo que implica aceptar e invitar incluso la participación del PRI y el PAN en su estrategia de “nueva y moderna izquierda”. Todo lo demás son “barricadas y movilizaciones callejeras” que consideran superadas y letales para sus posiciones básicamente electoreras.

Por su parte AMLO, sin que haya abandonado del todo su limitado programa de un izquierdismo con reminiscencias del liberalismo juarista que se lanza contra “una derecha” sin contenido de clase, se ha mantenido firme como opositor del gobierno de Calderón, propiciando movilizaciones en todos los lugares que visita para promover la CND. Este es su acervo que mantiene vivas las esperanzas y las acciones de miles y hasta millones de trabajadores mexicanos.

Las contradicciones de la corriente de AMLO se harán cada vez más evidentes en la medida en que se profundice la crisis; ha mantenido una postura firme con respecto a demandas fundamentales como son la oposición a las privatizaciones, en especial de la industria energética (PEMEX, CFE y LyFC).


Pero se mantiene callado y no ha convocado a una alianza de la CND en la lucha contra la Ley del ISSSTE que pone en manos de los banqueros los caudales multimillonarios de los fondos de pensiones de los trabajadores del estado, manteniéndose separado de un sector fundamental que ha apoyado su movimiento.


Más preocupante aún es su silencio total sobre el peligroso curso de militarización emprendido por Calderón y su estela de represión. Esta posición contradictoria fue una de las causas de su rotundo fracaso en Oaxaca, estado que visitó (aunque no lo hizo a la ciudad de Oaxaca) antes de las elecciones de agosto para convocar a un voto por el PRD.


Su llamamiento no tuvo ningún efecto y el gran abstencionismo permitió que el PRI se llevara el carro completo: ganó todos los diputados de mayoría relativa. Así, los votantes y en general los ciudadanos de Oaxaca castigaron la actitud conciliadora (y en el caso de varios diputados, claramente colaboracionista) del PRD con URO en el conflicto del año pasado.


El movimiento popular alrededor de AMLO no es una simple repetición de la primera oleada cardenista del PRD encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas de 1988-1990. El hombre ha sido y lo sigue siendo más radical en los actos de lo que jamás fue el hijo de Lázaro Cárdenas, pero aún más importante son las condiciones sociales y políticas actuales, atravesadas por desgarramientos clasistas mucho más duros y profundos. Cualquier subestimación de este hecho fundamental puede conducir al desastre a todos los sectores que aspiramos a construir una real alternativa independiente, democrática, proletaria, socialista e internacionalista en México.


Amplísimos sectores populares ven en AMLO la dirección de un movimiento contra el gobierno neoliberal de Calderón y se afilian a la Convención Nacional Democrática que ha convocado.


Una posición sectaria ante este fenómeno de oposición de masas como la adoptada por Marcos en la Otra Campaña, conducirá a un aislamiento peligroso y a una división de fuerzas que sólo haría más difícil la lucha contra Calderón.


La lucha contra la represión y por la unidad.

Para los socialistas revolucionarios se comienza a abrir una situación favorable para su propaganda y sus concepciones de lucha democrática, independiente, clasista e internacionalista.


Para la LUS, además de su insistencia ante los demás grupos socialistas de realizar una unificación de esfuerzos y organizaciones para potenciar la alternativa marxista revolucionaria que representamos, la estrategia del FRENTE ÚNICO seguirá siendo la base de nuestra actividad, desplegándose en el Frente Unido de Trabajadores (FUT) y en el movimiento amplio y popular contra la represión que convoca a la fundación el próximo 2 de octubre de un gran FRENTE NACIONAL CONTRA LA REPRESIÓN Y EN DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS.

México, D.F. a 31 de agosto de 2007.

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