Por: Víctor M. Quintana S.
Lo mismo, pero más barato. O más caro. Así pueden calificarse los comicios del primero de julio pasado en Chihuahua, para la elección de ayuntamientos, síndicos y diputaciones locales.
Salvo la elección a la alcaldía de la capital del estado, que, a pesar del PRI y el PAN, estuvo a punto de desembocar en el "voto por voto, casilla por casilla", y que finalmente favoreció por estrecho margen al blanquiazul, y la impugnación del PRD por el empate en Carichí, resuelto al final por sólo 13 votos a favor del PRI, el proceso electoral estuvo tranquilo, si no aburrido.
El PT ha interpuesto diversas impugnaciones, enfocadas a lograr el 2 por ciento para mantener sus prerrogativas y una diputación plurinominal para la familia de su líder estatal.
El PRI-Elba Esther (Panal) se proclama ganador... logró 15 de 22 diputaciones uninominales, 47 de 67 ayuntamientos y 49 de 67 sindicaturas. Retuvo el control del Congreso, lo que le confiere buen margen de maniobra al gobernador Reyes Baeza; ganó el municipio más importante de la entidad, Ciudad Juárez, y también en Cuauhtémoc y Delicias. El PAN ganó siete diputaciones de mayoría, y posiblemente cinco plurinominales; retuvo el municipio de Chihuahua y otros 17, entre ellos Parral y Nuevo Casas Grandes, y 17 sindicaturas.
Los albiazules derrotaron en la capital a uno de los aspirantes a gobernador por el PRI, tuvieron considerables avances en municipios antes totalmente dominados por el tricolor, como Guerrero, y en general en la zona rural, y señalan que son el primer partido del estado, si se resta al PRI la votación del Panal. El PVEM logró una diputación plurinominal, y la presidencia municipal y la sindicatura en el desértico municipio de Manuel Benavides.
La debacle fue en el PRD: después de haber arañado 20 por ciento de la votación con AMLO en 2006, se redujo hasta 4.42 por ciento en la de diputados, ganó el municipio de Galeana y litiga Carichí. Algunos intentan paliar la derrota diciendo que se descendió a "los porcentajes normales", pero no es así: se cayó hasta los niveles de 1995.
Las razones del derrumbe perredista fueron múltiples: disensiones internas, predominancia del combate por los espacios de representación proporcional, inopia e inoportunidad en los recursos financieros, incumplimiento de los aliados electorales (léase Convergencia), mala elección de candidaturas.
La opción que se avizoraba hace un año con la oleada lopezobradorista, que incluso ganó Cuauhtémoc, el tercer municipio del estado, se sofocó entre la grilla, la improvisación y la falta de visión.
Luego de estos resultados en el estado se dice que ha cambiado el balance de poder. Que el candidato a gobernador en 2010, tratándose del PRI, ya no saldrá de Chihuahua, de donde han surgido últimamente, sino de Ciudad Juárez, y que con el del PAN sucederá lo inverso y será un capitalino.
Los mentideros políticos posicionan al actual alcalde juarense Héctor Murguía por el tricolor y al munícipe de la capital, Juan Blanco, o al senador Gustavo Madero por el blanquiazul. Hasta ahí dan la discusión y las expectativas: a ver cómo se va a colorear la alternancia, a ver cómo se pinta la continuidad de la derecha.
Pero analizando con profundidad, resulta que el abstencionismo fue quien se llevó la tajada grande de las conductas de los electores: la participación electoral cayó a poco más de 37 por ciento, cuando había rayado 44 por ciento en 2004 y en 2001. Prácticamente votó sólo uno de cada tres chihuahuenses.
El fenómeno fue mucho más acusado en las zonas urbanas: en Juárez apenas se rebasó 27 por ciento de participación, en Cuauhtémoc, 33 por ciento. Como siempre, las zonas rurales, sobre todo las más apartadas, las más marginadas, mostraron sorprendentes cifras de participación electoral: entre 65 y 70 por ciento, lo que denota que la práctica del acarreo, del relleno de urnas, del pago por voto, sigue vigente.
Los electores chihuahuenses más informados, más politizados, se alejaron todavía más de las urnas. En ello se conjugaron muy diversos factores: campañas del PRI y del PAN donde el dispendio de recursos fue inversamente proporcional a las propuestas sólidas y realistas; guerra sucia, escepticismo luego del fraude electoral de 2006, desprestigio de la política y de los políticos, sobre todo por su alejamiento de los problemas cotidianos de la gente. Algo que pesa mucho, pero se advierte poco, es la ausencia de una alternativa real de gobierno, diferenciada del bipartidismo, que la izquierda no pudo representar.
Que la derecha aleje a la gente de las urnas no es tan preocupante.
Pero que la izquierda electoral, el PRD, en concreto no supere las actitudes rinconeras, sectarias, migajeras, eso es lo que duele. Mientras la izquierda chihuahuense no se una y construya con la gente una opción no sólo de gobierno, sino de poder ciudadano, que impacte favorablemente las condiciones de vida de las mayorías, las elecciones en Chihuahua seguirán siendo por la alternancia, pero sin alternativa.
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